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Este cuadro muestra un paisaje minimalista y sereno, dominado por una vasta extensión de campo en tonos cálidos de amarillo y ocre que evocan la sequedad de una llanura bajo el sol. En el horizonte, apenas visibles, dos árboles solitarios rompen la monotonía del terreno, mientras que el cielo azul despejado con nubes difusas aporta un contraste refrescante y una sensación de amplitud infinita.
El estilo es sencillo y expresivo, resaltando la inmensidad del espacio y la calma del entorno rural.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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