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Entre el silencio y el ruido, surge un rostro que no pertenece a nadie y a todos.
Un rostro construido con fragmentos, emociones, impulsos, dudas y destellos de claridad.
Cada trazo es un pensamiento que se repite dentro, un eco que rebota entre la razón y la intuición.
En el caos del color se esconde una mente viva, que se desarma y se recompone buscando sentido.
Ecos del pensamiento es un retrato interior: la huella visible de lo invisible,
el instante en que el alma se deja oír entre capas de pintura.
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