Pintar la atmósfera, pintar el viento y la luz. Desde los impresionistas, la pintura ha tratado de fijar el movimiento, pero no tal y como se produce, sino de la forma en la que lo capta nuestro ojo. Y de la forma en la que lo siente nuestro corazón. Porque Jesús Cuenca no solo es un cazador de atmósferas, sino que también indaga el efecto que crean las mismas en nuestras emociones. Esta confluencia de intereses artísticos da como resultado una obra vibrante y risueña, sugestiva desde un punto de vista técnico y palpitante desde una óptica emocional.

Atmósfera rosada, Jesús Cuenca.
Atmósfera rosada, Jesús Cuenca.

“Entre lo real y lo abstracto hay una línea para lo imaginario, y esa es la línea por donde discurren mis pinturas”. A Jesús le gusta repetir esta sentencia como definidora de su obra. Es en ese punto intermedio entre lo que creemos real y lo que se aleja de lo figurativo donde encontramos sus mejores obras, esos paisajes (casi) abstractos en los que todavía resisten algunos anclajes figurativos.

Dialogantes, Jesús Cuenca.
Dialogantes, Jesús Cuenca.

En su serie Paisaje Primordial todavía vemos árboles y caminos, pero es el color desligado de la mímesis de lo real lo que busca conmover al espectador. En Primordial 1, los azules tiñen de melancolía el lienzo que se anima con toques verdes y rojos y apuntes caligráficos que recuerdan a Cy Twombly, uno de sus grandes referentes. En Tierra 3 todo el cuadro es sinónimo de vida, la vibración cromática que consiguen el verde y el azul nos remite a ese paisaje primordial, “cuando la naturaleza era el centro de todo”.

Amanecer 1, Jesús Cuenca
Amanecer 1, Jesús Cuenca

En la colección Enlaces, por su parte, Jesús Cuenca organiza un paisaje intuitivo pero reconocible. El uso de la madera como soporte permite al pintor otra forma de experimentar alcanzando grandes cotas de expresividad. Para Jesús, la madera “transmite la esencia de la naturaleza”, punto focal de toda su obra.

L de Londres, Jesús Cuenca
L de Londres, Jesús Cuenca

Y es que el material con el que juega un pintor, a menudo, es demasiado limitado, pero fundamental para lograr sus objetivos artísticos. Jesús Cuenca es de esos pintores que disfruta con lo sencillo, con el pincel, la espátula, la mano y una superficie. No por acumular materiales y técnicas, un cuadro es más satisfactorio ni vanguardista.

Libro con luz, Jesús Cuenca
Libro con luz, Jesús Cuenca

Sobre su adorada madera también encontramos algunas de sus últimas aportaciones: es el caso de la serie Siroco/Xaloc. Decíamos que la atmósfera es fundamental en la interpretación de los cuadros de Jesús Cuenca: si observamos una obra como Siroco/Xaloc 3 podemos sentir ese viento que sopla y arrastra el polvillo rojo que llega del sur.

Copos 3, Jesús Cuenca
Copos 3, Jesús Cuenca

También sobre tabla, debemos citar otra serie sugerente en la que el minimalismo y el pequeño formato dan como resultado obras tan atractivas como Copos 3, en la que buena parte de la tabla queda desnuda de materia reforzando ese toque discreto casi oriental. Pero en Copos 5, Cuenca retoma su colorismo mediterráneo con un encuadre formado por caligrafías, como una ventana simbólica a la que el espectador se asoma para disfrutar de un paisaje cimbreante.

Horizonte 2, Jesús Cuenca
Horizonte 2, Jesús Cuenca

Ese minimalismo incipiente en algunas de las obras de la serie Copos, domina la génesis de Horizontes. Jesús Cuenca deja a un lado la abstracción y decide acercarse a la naturaleza desde una óptica expresiva y simbólica. El árbol es el motivo, el pretexto, pero el pintor, en este caso, muestra más interés por las grandes capas de color, por las transparencias que generan y por la impresión que pueda generar en el espectador el uso del color.

Esta escasez de materia de Horizontes contrasta con otras obras como Árbol amarillo y árbol verde. Otra vez el árbol —“una de las más bellas creaciones de la naturaleza, en perpetuo cambio de color o de dimensiones”— en esta ocasión más cargados de materia, más rugosos, despertando otra clase de sensaciones táctiles.

El templo multicolor 2, Jesús Cuenca.
El templo multicolor 2, Jesús Cuenca.

Y aunque el paisaje —más o menos abstracto, más o menos imaginario— es, como hemos visto, el motivo principal en la obra de Jesús Cuenca, no debemos pasar por alto la oportunidad de referirnos a dos de sus últimos cuadros: Dialogantes o Miradas. Sobre todo en el caso del primero, el uso expresionista y no mimético del color nos recuerda al fauvismo de Maurice de Vlaminck. Mirar para aprender, y dialogar para confluir, para construir juntos, son los elementos significativos de estas obras. Y es que Jesús Cuenca, a pesar de su larga y sustanciosa trayectoria como pintor, no quiere dejar de aprender (y construir) desde su taller.

Te invitamos a visitar la galería de Jesús Cuenca en Artelista.