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Este cuadro representa un bosque frondoso, con árboles altos y delgados que se elevan hacia el cielo, creando una atmósfera densa y misteriosa. Los tonos predominantes son verdes y marrones, que transmiten frescura y la sensación de humedad propia de un bosque húmedo y antiguo, como los de la laurisilva del Parque Nacional de Garajonay en La Gomera (Islas Canarias). La luz se filtra suavemente entre el follaje, iluminando el suelo cubierto de hojas y musgo, invitando al espectador a adentrarse en este paisaje natural lleno de calma y magia.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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