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Este cuadro es una obra abstracta de estilo expresionista, llena de fuerza y movimiento. Se observan capas de pintura con mucho relieve, donde predominan los tonos cálidos como naranja, amarillo y rojo, que evocan fuego, tierra o incluso un atardecer intenso. Sobre ellos se superponen brochazos y trazos irregulares en verde vibrante, que parecen ramas, enredaderas o brotes que intentan abrirse paso entre la textura ardiente del fondo.
La composición transmite la sensación de lucha entre lo natural y lo elemental, como si la vegetación buscara emerger en medio de un paisaje abrasado. El uso de redes y la superposición de colores crean una sensación de dinamismo caótico y vital.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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