Esta obra nos transporta a un instante de recogimiento, donde una iglesia de piedra se alza en medio de un prado florido, rodeada por árboles y bañada por una luz que parece descender desde lo alto con intención sagrada. La arquitectura, con su torre, sus campanas visibles y su rosetón de vitrales, evoca una presencia firme pero serena, mientras una figura solitaria cruza el umbral, como si respondiera a un llamado íntimo.
El cielo, lleno de nubes suaves y haces de luz pastel, no solo ilumina: revela. La escena está construida con pinceladas cálidas y detalladas, que convierten el paisaje en un espacio de contemplación, donde lo humano y lo divino se encuentran sin estridencia.
Esta pintura no representa una iglesia: representa el momento en que el alma decide entrar. Es un homenaje a la quietud, a la fe sin palabras, y a la belleza que florece cuando el mundo se detiene a escuchar.
Año: 2025
Ver más información de Eduardo Ramírez de Cartagena