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Esta obra combina la silueta de una menorá -el antiguo candelabro del Templo de Jerusalén- con el simbolismo del Muro de los Lamentos, representado en los patrones que evocan bloques de piedra. Los colores vibrantes y salpicaduras de fondo, que van del rojo y amarillo cálido al azul profundo, simbolizan la unión entre el fuego espiritual y las aguas de la vida, entre lo terrenal y lo divino. En el centro, la letra hebrea "'n" (Jai, "vida") resalta como fuente de energía y continuidad del pueblo judío.
El conjunto transmite esperanza, fe y la eterna luz de la espiritualidad que trasciende el tiempo.
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