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Misticismo y poder fluyen en esta representación de Tláloc, el dios de la lluvia y el trueno, una deidad cuya presencia podría volverse aún más necesaria en los tiempos venideros. Con colores vibrantes y toques dorados metálicos en acrílico, su esencia se despliega entre la fuerza de las tormentas y la esperanza de la abundancia. Venerado por los aztecas, su furia traía tempestad, pero su favor significaba vida. Un tributo al agua, al equilibrio y a la divinidad que aún podría guiarnos en el futuro.
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