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La composición de la obra presenta dos máscaras venecianas como elementos centrales, dispuestas de forma que crean un diálogo visual entre ellas. La disposición no es del todo simétrica, pero existe un equilibrio en su distribución del espacio pictórico.
Las máscaras se representan con pinceladas expresivas y fuertes contrastes de luz y sombra. Los tonos oscuros dominan el fondo, permitiendo que los detalles más claros de las máscaras destaquen y creen profundidad. La textura de la pintura varía: las zonas de aplicación más gruesa añaden volumen y las zonas más suaves sugieren delicadeza en los rasgos.
Los colores utilizados refuerzan la sensación de misterio y teatralidad inherente a las máscaras venecianas. Los reflejos de blanco y amarillo en ciertas zonas crean puntos focales, guiando la mirada del espectador hacia los detalles más significativos.
En general, la composición logra un equilibrio entre movimiento y estabilidad, con las máscaras como protagonistas en un espacio pictórico que sugiere una atmósfera enigmática. La interacción entre los elementos visuales genera una sensación de presencia y carácter, evocando la esencia de la tradición veneciana.
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