“Mis dibujos no pretenden imitar la vida, sino crear una nueva vida, inventarla”, decía Keith Haring. Y esto parece querer también el artista argentino Lucas Ninin (Córdoba, 1990). Su propuesta es un universo onírico, asido a la realidad pero no condicionado por ella, sino por la interpretación soñadora del autor.

En sus creaciones abundan los personajes fantásticos, a medio camino entre lo absurdo y lo naïve con referencias a la cultura popular y a su propia infancia. Un mundo compuesto por humanoides, animales (sobre todo elefantes) e, incluso, ovnis, que Ninin dibuja con un personal estilo, que se traduce en calaveras de cráneo abombado y extremidades alargadas y sinuosas. Formas redondeadas y suaves por encima los perfiles angulosos y punzantes, algo que califica a la propia obra.

Una estimulante propuesta que bebe del surrealismo, del Ar Brut de Dubuffet y de la estética cómic y pop. Pinta sobre lienzo o papel, con acrílicos, tintas y acuarela, y también interviene muros y objetos. Su producción creativa abarca pintura mural, ilustración, diseño gráfico y diseño objetual.

Utiliza colores básicos (a menudo solo blanco y negro) y brillantes y afirma las siluetas con un grueso trazo negro. A veces manda una sola figura sobre un fondo monocromo, otras la composición se llena por completo de trazos gráficos a distintos tamaños, números, letras y símbolos.

Este artista, afincado en París, empezó muy joven a pintar. Tras emprender varios proyectos en Argentina y Brasil, se instaló en la capital francesa, donde continúa explorando y desarrollando distintas técnicas.