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Este cuadro es una obra de estilo abstracto que transmite una atmósfera profunda y enigmática.
Predominan los tonos oscuros —azules, negros y verdes— que evocan la inmensidad del mar o del cielo nocturno. Entre esas sombras emergen toques de blanco y dorado, que parecen romper la densidad, como si fueran destellos de luz reflejada en la superficie del agua o rayos de sol que se filtran entre nubes turbulentas.
La textura rugosa a base de redes y la superposición de colores sugieren movimiento, caos y calma al mismo tiempo, como una metáfora visual del contraste entre tormenta y serenidad.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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