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La pintura muestra un paisaje sereno al amanecer, con una silueta oscura de montañas y formaciones rocosas en primer plano. Destaca una figura rocosa al centro que se alza como un monolito solitario. El cielo, lleno de suaves transiciones de color, va del azul al verde y al violeta, evocando una atmósfera tranquila y contemplativa. La técnica empleada es la acuarela, con trazos difuminados que aportan un efecto etéreo y soñador al conjunto.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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