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Este cuadro muestra un paisaje natural envuelto en una atmósfera serena y melancólica. En primer plano se percibe una superficie verdosa que podría ser un río o lago tranquilo. A ambos lados, se alzan montañas oscuras y rugosas que enmarcan la escena. Al fondo, el cielo despliega un degradado de tonos cálidos —anaranjados y dorados— que evocan el atardecer, contrastando suavemente con las sombras de las montañas.
La composición transmite quietud, recogimiento y cierta nostalgia, con un equilibrio entre lo imponente de la naturaleza y la calma del momento del día.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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