España
Esta obra nos sitúa frente a una catedral majestuosa, cuyos dos campanarios y cúpula central se alzan como testigos de lo sagrado en medio de una plaza iluminada. La arquitectura, bañada por una luz dorada que parece surgir desde dentro, se convierte en un faro espiritual, una presencia que no impone, pero sí convoca.
El cielo detrás no es un fondo: es protagonista. Pinceladas radiantes de amarillo, rosa, azul y naranja se expanden como ondas de energía, creando una atmósfera de revelación. Esta luz no representa el día ni el atardecer, sino un instante de comunión, como si el mundo entero se abriera para mostrar su centro luminoso.
El suelo de la plaza, con sus adoquines húmedos y reflejos cálidos, añade profundidad y textura, haciendo que el espectador no solo contemple, sino que sienta que está allí, justo antes de entrar. La técnica pictórica es gestual, impresionista, con trazos visibles que transmiten movimiento, emoción y una vibración casi musical.
Firmada por el arquitecto Kechik, esta obra no representa una catedral: representa el momento en que la fe se vuelve paisaje, en que la arquitectura se convierte en luz, y en que el silencio de una plaza se llena de presencia. Es un homenaje a lo divino que habita en lo visible, a la belleza que no necesita palabras, y a la luz que, cuando se revela, transforma todo lo que toca.
Año: 2025
Ver más información de Eduardo Ramírez de Cartagena