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Este cuadro muestra un paisaje otoñal lleno de calidez y textura. Los tonos predominantes son el verde, amarillo, naranja y rojo, que evocan la transición de las hojas en pleno otoño. Las pinceladas son sueltas y vibrantes, lo que aporta un aire de abstracción lírica, en el que los árboles se levantan estilizados con troncos oscuros y ramas apenas esbozadas, mientras que el follaje parece un tapiz de colores que se funden entre sí.
El suelo refleja también esta paleta cálida, con matices terrosos que sugieren la humedad de la tierra. La composición transmite calma, nostalgia y a la vez la vitalidad de la naturaleza en constante cambio.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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