Empleando la mesura formal se han ejecutado los crímenes más sutiles de la historia del arte. ¿Quieres conocer algunos de ellos?.

La muerte de Sócrates. 1787. Jacques- Louis David.

La muerte de Sócrates. 1787. Jacques- Louis David

“Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Paga la deuda y no la descuides” han trascendido como las últimas palabras de Sócrates antes de que el efecto del veneno le diera muerte. Con esta actitud templada y distante de la tragedia, Jacques- Louis David (1748- 1825) retomó el ideario clásico en La muerte de Sócrates y representó los momentos previos a la ejecución. Es el surgimiento del neoclasicismo y, con él, de escenas de asesinatos llenas de armonía.

La corriente neoclásica, expresión estética de la Ilustración, aspiraba a un orden gobernado por la razón y la libertad. Como sus predecesores clásicos, utilizaban composiciones sencillas y personajes idealizados para transmitir mediante historias ejemplares lo racional y virtuoso.

Sócrates se prepara para morir en un ambiente de dramatismo contenido. Afronta su muerte con valentía y presume de ser capaz de acatar las leyes, sin renunciar a sus principios, aunque esto le cueste la vida. Platón aparece envejecido, situado a los pies de la cama, reflexivo. Señalado por el movimiento de las manos de su maestro, es el único que atiende sin turbación a la última lección que imparte Sócrates y que J. L. David recogió: el gesto sereno con el que acepta la muerte como triunfo de la razón.

La muerte de Viriato. 1807. José de Madrazo.

La muerte de Viriato. 1807. José de Madrazo

José de Madrazo (1781- 1859) pintó una serie de cuadros que representan la resistencia de los pueblos peninsulares frente a la dominación romana. Uno de ellos fue La muerte de Viriato, líder lusitano que, tras conseguir la paz con Roma en el siglo II a. C., fue asesinado por sus propios camaradas.

La muerte sucede en un entorno teatral bajo una luz diáfana que rechaza las distracciones. Las impetuosas telas de la tienda de campaña se convierten en el telón de fondo y limitan la atención a la escena del crimen. A modo de friso clásico, las figuras se dispersan a lo largo del espacio con un movimiento armónico que fija la mirada desde el lecho de muerte hasta la apertura de la tienda, donde escapan los autores del asesinato. Los soldados fieles lloran su muerte, pero retienen su dolor como perfectas esculturas clásicas. Madrazo encontró en Viriato a un líder libertador en el que pudo reflejar su sentimiento patriótico opuesto a la expansión napoleónica.

La muerte de César. 1867. Jean- Léon Gérôme.

La muerte de César. 1867. Jean- Léon Gérôme.

Cayo Julio César yace muerto en la penumbra bajo la estatua de Pompeyo. Jean- Léon Gérôme (1824- 1904) recuperó con el academicismo La muerte de César y lo hizo centrando el protagonismo en los verdugos. Gérôme trae a primer plano la celebración de la conspiración consumada. Una luz clara e intensa recae en el centro de la escena e ilumina a los ejecutores del crimen que alzan sus dagas. El cuerpo de Julio César queda relegado a la sombra, completamente envuelto por su túnica blanca, manchada de sangre una sola vez, a pesar de que recibió veintitrés puñaladas.
Cuando fue asesinado preparaba las nuevas conquistas para engrandecer Roma. Sin embargo, la construcción de un gran imperio no era avalado por la mayoría del Senado y, tomando la defensa de la República como motivo, acordaron el crimen del dictador perpetuo.

La función moralizante del neoclasicismo vierte mensajes ejemplares en las historias que se cuentan. Con los asesinatos busca ensalzar a sus protagonistas como héroes y presentar la virtud en ellos. Lo hace escondiendo la violencia y el drama a través de una sublime serenidad. Por trágica que sea la desgracia, será una escena sobria y equilibrada.