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Este cuadro muestra un paisaje lleno de fuerza y simbolismo. En primer plano, se aprecia la silueta del Roque Nublo, una de las formaciones rocosas más emblemáticas de Gran Canaria, recortándose con tonos oscuros sobre un mar de nubes. En el horizonte, majestuoso y sereno, se eleva el Teide, cuya cima se dibuja en la lejanía contra un cielo que mezcla dorados y verdosos, evocando la transición entre el día y la noche. La composición transmite la conexión entre dos islas hermanas, unidas por la naturaleza y el cielo compartido.
Mi trabajo se mueve entre la abstracción y la expresión, buscando transmitir sensaciones más que representar realidades. Cada trazo, cada textura y cada contraste de color nace de la necesidad de explorar lo invisible: aquello que sentimos, pero no siempre podemos nombrar.
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