 
El artista los consideraba una obra definitiva y en ellos volcó su personal denuncia de la España miserable de la primera mitad de siglo XX. Esta exposición recupera su faceta de dibujante, tradicionalmente eclipsada por su pintura
La misma mirada ensombrecida y torva de los campesinos que pueblan la insólita pintura de José Gutiérrez Solana (1886-1945), tan expresionista como naturalista, se aprecia también en sus dibujos, aunque estos no hayan merecido la misma consideración de aquella, vigorosa estampa de la España más negra. Este artista personalísimo era aficionado al dibujo ya desde sus tiempos de estudiante, cuando iba al Prado a bosquejar al Goya de las pinturas negras que tanto influyó en su obra.
Esta exposición de la Fundación Botín de Santander recupera los dibujos de Gutiérrez Solana, poco conocidos, que el artista concebía no como pieza preparatoria, sino como creación definitiva. Por ello se aprecian las mismas características de su pintura, como el trato de igualdad a personas y objetos y su predilección por los ambientes costumbristas y las clases menos favorecidas, ya fuera en su Madrid natal o en Cantabria, pues se mudó con su familia a Santander en 1909, para regresar ocho años después.
Los 90 dibujos permiten esbozar un relato de su progresión artística que resulta inédito, como también muchos de los propios trabajos, nunca antes expuestos o publicados, como los que hizo durante sus años de formación (1896-1900) o cerca de su muerte.
 
Casi cuatro años ha empleado la Fundación Botín en investigar y catalogar esta producción de Gutiérrez Solana, dentro de la iniciativa de recopilar un corpus de dibujos de los grandes creadores españoles, a fin de revalorizar esta faceta menos conocida o apreciada.
Los ambientes que pintó Gutiérrez Sola, desde los decrépitos burdeles a las tabernas ilustradas como el Café Pombo, donde se citaba en interminables tertulias con Valle Inclán, Baroja o Romero de Torres, están también en sus trazos con grafito, así como sus escenas de religión y muerte o de grotesco jolgorio (nació en Carnaval, debió marcarle). Su propósito era la denuncia de un país miserable, anclado en la tradición, al que sin embargo no dejó de añorar desde el exilio en París, de 1938 a 1940. Demasiado pesimismo incluso para él.
Más información: Sala de exposiciones de la Fundación Botín
Hasta el 2 de junio de 2013
Aurora Aradra
