Coinciden en Madrid dos exposiciones sobre el surrealismo, que prometen un otoño para soñadores, en el que acercarse a los más importantes artistas del movimiento
La ciencia define al sueño como un estado de reposo en el que cuerpo aprovecha para recuperarse y ponerse a punto para el día siguiente, consolidando las experiencias vividas como recuerdos y mecanismos de aprendizaje. Un mero procedimiento fisiológico ocurriendo en un conveniente vacío de la conciencia. Pero ¿y si no fuera solo eso?
En 1924, un grupo de artistas y escritores, capitaneados por el apasionado André Breton se hacía esta misma pregunta: ¿Qué pasaría si el sueño fuera otro plano de la vida, libre de la dictadura de la lógica y la razón? Otro plano más satisfactorio, en el que resolver los problemas vitales, donde los deseos se hicieran realidad, se pudiera dar rienda suelta a las fantasías y ser aquel que siempre se ha querido ser. Un mundo en que vivir aventuras inalcanzables. O la peor de las pesadillas, pues ¿quién no ha fantaseado con enfrentarse cara a cara a sus temores?
De la reivindicación del sueño como otro plano de la existencia, en el que es posible profundizar de forma consciente y libre, enriqueciendo con ello la propia vida interior, nace el movimiento surrealista. “¿Cuándo llegará, señores lógicos, la hora de los filósofos durmientes?” se preguntaba Breton aquel año.
Quizás sea esta la hora de convertirnos en esos filósofos durmientes y de la mano de Morfeo recorrer las dos exposiciones surrealistas que coinciden este otoño en Madrid. El Museo Thyssen centra su atención en la relación del surrealismo y el sueño, en la primera exposición que explora esta conexión en amplitud y no como tema tangencial en la historia de este movimiento. Pintores, escultores, fotógrafos y cineastas de primer orden como Odilon Redon y sus fantasmagóricas aunque entrañables estampas; el Aduanero Rousseau, que pinta ninfas y hadas inesperadas en medio de un paisaje selvático; De Chirico y sus ciudades metafísicas; Brassaï y sus fotográficos cambios de identidad; Miró, que aspiraba a pintar “el sol azul de sus sueños” y por supuesto los surrealistas clásicos: Dalí, Óscar Domínguez, Paul Delvaux, Man Ray, Magritte, Masson, Max Ernst…
La muestra hace una especial mención a mujer dentro de este movimiento, en el que por primera vez adquirió protagonismo, más allá de su papel como musa o compañera: Leonora Carrington, Dora Maar, Meret Oppenheim, Leonor Fini, Remedios Varo y Dorothea Tanning, entre otras. Además, se destaca la importancia del cine en el surrealismo. Las salas eran, para Breton y los suyos, un lugar donde soñar despiertos y en la exposición eso se recrea con proyecciones de películas como Un perro andaluz, de Buñuel.
Por otra parte, la Fundación Juan March presenta la exposición El surrealismo antes del surrealismo, que analiza el deseo intrínseco al arte de fundir lo mágico y lo cotidiano. Remontándose al final de la Edad Media, repasa el interés por lo fantástico e insólito en la creación plástica, con obra gráfica de Durero, Piranesi, Goya, Kubin, Klee, Hannah Höch, Picasso o Hans Bellmer, entre otros artistas que, contra los convencionalismos en el arte, se atrevieron a soñar con un estado de consciencia superior, entre la realidad y la ensoñación.
Más información:
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
Hasta el 12 de enero
Fundación Juan March, Madrid
Hasta el 12 de enero
Aurora Aradra