La Fundación Bancaja inaugura un centro de exposición permanente dedicado al creador valenciano, con la muestra de la obra ¡Triste herencia! que le consagró internacionalmente
A diferencia de los saludables chavales que Sorolla retrató en el azul infinito de su célebre cuadro Niños en la playa (1910), el grupo infantil que rodea al cura a la vera del oscuro mar de ¡Triste herencia! (1899) muestra los estragos de un destino menos afortunado: el reservado a los huérfanos acogidos en el hospital valenciano de San Juan de Dios.
Esta obra de Sorolla es la culminación de su pintura de temática social y también significó su consagración internacional. Resulta curioso que desde 1908, durante setenta años, esta obra reposara en la iglesia de la Quinta Avenida de Nueva York. Allí fue a parar cuando, tras ganar el Grand Prix en la Exposición Internacional de París de 1900, el gobierno español rechazó comprarla por 40.000 pesetas, pese a la aclamación popular.
La adquirió un coleccionista español radicado en Nueva York, que la vendió a un magnate americano del carbón, quien finalmente la donó al Colegio Dominical de la Iglesia de la Ascensión en Nueva York. En 1981 la compró la Caja de Ahorros de Valencia, ciudad donde ahora se exhibe en un nuevo espacio expositivo permanente dedicado al pintor valenciano: el Gabinete Sorolla, que pone en marcha la Fundación Bancaja, coincidiendo con el 150 aniversario del nacimiento del artista.
El propósito es organizar exposiciones para presentar la colección de quince obras de Sorolla que conserva. Se irán mostrando de forma independiente, como es el caso de ¡Triste herencia!, que se acompaña solo de bocetos preparatorios y material documental, fotografías y recortes de prensa de la época. A Sorolla le costó gran trabajo acometer este lienzo, dada la dureza del tema.
Al principio quiso titularlo Los hijos del placer, pero fue Vicente Blasco Ibáñez quien le sugirió que lo llamara ¡Triste herencia! para hacer más directa referencia a la teoría de finales del siglo XIX, según la cual los vicios de los padres degeneraban en sus hijos. El dramatismo de la escena, acrecentado por el buen hacer del pintor en el manejo de la luz, hacen que este cuadro resulte conmovedor.
Más información: Fundación Bancaja de Valencia
Aurora Aradra