En 1895 Edgar Degas, el famoso pintor impresionista, recibió una bailarina en su estudio y la fotografió en distintas posturas. Meses después, combinó las placas y como si fuera un calco, las plasmó en su famoso cuadro 'Bailarinas detrás del escenario'. Pero él no fue el único en servirse de fotografías para convertirlas en pinturas.
Los secretos del impresionismo
El minucioso trabajo sobre impresionismo y fotografía del profesor de Fotografía Creativa en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla Antonio González García demuestra que muchas de las más famosas composiciones impresionistas fueron inspiradas por un original fotográfico. González García saca a la luz decenas de ejemplos de pintores como Van Gogh, Toulouse Lautrec o Mone que hicieron lo mismo.
A pesar de no haber nada de malo en ello, la mayoría de los autores ocultaron los originales por miedo a que su utilización le restara valor a su obra. Tal y como explica el profesor González García, los progresivos avances técnicos del medio fotográfico, el abaratamiento y el lanzamiento comercial de la cámara Kodak, facilitaron que muchos pintores se dedicaran a la fotografía como aficionados, sin abandonar la pintura. Y en este aspecto Edgar Degas fue un auténtico pionero dada su obsesión por la fotografía.
Degas, uno de los pioneros
En octubre de 1895, Julie Manet anotó en su diario: “El señor Degas sólo piensa en la fotografía. Nos ha invitado a todos a cenar con él la semana que viene, y va a retratarnos con luz artificial”. En efecto, a la hora de realizar una fotografía, Degas se convertía en un auténtico perfeccionista, ordenando a sus invitados que adoptaran tal o cual postura o que miraran a la cámara en determinada actitud. “En momentos como aquél, - explicaba un testigo de aquellas sesiones – sus amigos siempre se referían a él con auténtico terror. Si le invita para una velada, ya sabe lo que puede esperar: dos horas de obediencia militar”.
Más información: “La visión fotográfica en la Pintura”