Grandes, amarillos, majestuosos, rendidos al sol. Así son 'Los girasoles' que Vincent Van Gogh pintó en 1888 en el curso de su estancia en Arles. Quería decorar su casa para recibir a su gran admirador, amigo y también pintor Gauguin. En aquella época, Van Gogh no se imaginaba que esa tela se convertiría en una de las más caras del mundo.
Su estancia en Arles
En 1888, dos años antes de su muerte, Vincent Van Gogh se trasladó a Arlés buscando tranquilidad. Allí alquiló la famosa Casa Amarilla, encima del café de la estación, donde acogía a artistas para que pudieran vivir y trabajar a sus expensas. Uno de los primeros invitados fue Gauguin. Él, agobiado por problemas económicos, aceptó y se instaló allí en octubre de 1888.
Para recibir a su amigo, Van Gogh, que conocía la admiración que Gauguin sentía por todos sus estudios sobre el tema, decoró con cuadros de girasoles las paredes de su casa. Quería agradarle. "Sueño con decorar mi taller con una media docena de cuadros de girasoles, una decoración en la que gamas crudas o rotas estallen sobre distintos fondos", decía Vincent en una de las cartas que escribía al también pintor Émile Bernard.
Los girasoles inmortales
Una vez terminada la serie de girasoles Vincent escribió a su hermano Théo. "Verás que estas telas entran por los ojos. Pero te aconsejaría que las guardaras para ti (...). Es esa clase de pintura de aspecto un poco cambiante, que se va enriqueciendo cuanto más la miras", le decía.
Van Gogh seleccionó dos de sus Girasoles para la Exposición de los XX, que tuvo lugar en Bruselas en noviembre de 1889. Ambas obras recibieron una favorable acogida, pero eso no cambió el destino del pintor, que fue completamente ignorado en vida.
Théo, el hermano de Van Gogh, recibió este cuadro en mayo de 1889, como parte de un lote de telas del pintor. Johanna, la viuda de Théo, lo vendió en 1905 al marchante berlinés Paul Cassirer. Fue propiedad de diversos coleccionistas y galerías antes de ser adquirido por la Neue Pinakothek de Munich. Por ese entonces, Vincent hacía ya cinco años que había muerto.
Los delirios de Van Gogh
A penas unas semanas después de que el maestro acogiera a Gauguin surgieron sus primeros desacuerdos. Gauguin se burlaba de la candidez de Van Gogh y arremetía contra su modo de pintar, defendiendo que los verdaderos temas eran los que se terminaban en el taller y no al aire libre. El 23 de diciembre estalló la gran crisis. Van Gogh, agotado por las impertinencias de Gauguin intentó agredirle con una navaja de afeitar, sin embargo, su acumulado resentimiento le llevó a mutilarse la oreja. Era el primer síntoma de su desequilibrio.
En mayo de 1889 fue internado en un manicomio de Saint Rémy. Allí, permaneció un año alternando la alucinación con momentos de tranquilidad. A su salida del manicomio se estableció en Auvers, donde lo acogió el conocido Doctor Gadchet, amigo de su hermano Théo. En Auvers-sur-Oise pasó sus últimos meses. Abrumado por la soledad, el 27 de julio de 1890 se dio un tiro del que murió dos días después.
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